
Hace unos 10 años, cuando los móviles casi se regalaban con la compra de unas madalenas, buscábamos los coches en las revistas o los periódicos, pero sin una revista especializada a nivel nacional que nos deleitara con buen material y un mercado de ocasión tentador, nos teníamos que buscar la vida de otra manera.Los más aventureros iban a las concentraciones o a exposiciones para intentar encontrar el coche de sus sueños, pero Internet y el ahora desfasado RDSI estaban al alcance de pocos y no había ni una décima parte de las facilidades que ahora tenemos.
Fue en esta época cuando se juntaba una pandilla de incondicionales de los coches americanos para ir a ver concentraciones tanto en España como en Europa, y a veces sonaba la flauta y encontraban alguna pieza especial que les ponía los dientes largos como... Una Chevrolet 3100 Stepside del 55 de segunda generación.
Inglaterra, pionera
El periplo lo formaban ocho coches americanos de los colegas y aproximadamente el doble de personas para cascarse alrededor de 4000 kilómetros entre tierra y mar, llegar a Inglaterra, donde se celebraba la concentración, y volver de nuevo a casa con todos los coches, algunos de más de 25 años, sanos y salvos a ser posible.
En esta época las concentraciones de Hot Rods Inglesas eran muy superiores a cualquier cosa que se pudiera ver en España, bien por su cultura, por el idioma, por la capacidad económica o por la permisibilidad por parte de la Administración de cara a las transformaciones de vehículos de todas las clases. Recordemos que en Inglaterra si te fabricas un coche que arranque, frene y en el que te puedas sentar, poco más necesitaras para sacarle unas placas y pasearte un domingo cualquiera.
Después de que la atractiva estética de la Pick Up del 55 iluminara los ojos del futuro propietario con su estupendo y a la vez discreto flaming con degradados y la suspensión rebajada a ras del suelo, se podía prever que todavía guardaba más secretos en su interior para seguir caldeando el ambiente y el bolsillo del posible comprador.

Belleza del 55
Chasis cortado con front clip de Chevrolet Montecarlo, empezamos bien para poder montar un V8 Chevrolet más potente. En esta ocasión se utilizó un V8 con bloque y culatas de acero de 327 pulgadas cúbicas, concretamente 5.360 c.c., que rendía unos 240 CV. Esto, unido a un grupo corto de 3.73:1 daba unas aceleraciones bastante decentes para un furgoneta de carga con más de 50 años a sus espaldas, capaz de dejar con la boca abierta a más de un deportivo compacto de última generación. Fue así como la protagonista de este artículo se vino para España en manos de su nuevo propietario Enric, quedaban alrededor de 2000 km por delante, pero la ilusión mueve lo que haga falta, y la expedición se puso en marcha.
Las mejoras alrededor de esta mecánica potenciada se empiezan a antojar necesarias, aunque sea para la propia seguridad, como frenos de disco ventilados con servo, dirección asistida o sistema de suspensión mucho más moderno que el que en su época llevó. Todo esto hace que la conducción de esta pick up sea mucho más agradable para nuestras carreteras, mucho más reviradas que las originalmente pensadas para ella.
Durante la sesión de fotos, tuvimos la oportunidad de subirnos a ella y una vez dentro se respira un aire retro pero a su vez combinado con detalles que nos recuerdan a otra década como sus cómodos asientos de Cadillac, de regulación eléctrica por cierto, volante de piel Grant y un tach cromado de 3,5" para no pasarnos con las vueltas. Las comodidades desde el mullido asiento continúan con los elevalunas de accionamiento eléctrico y con un reproductor de CD con subwoofer incorporado por si nos cansamos de la música de sus escapes durante un viaje un poco más largo de lo habitual. Por lo demás se conservan el reloj principal en forma de abanico, grande y claro con los indicadores y los mandos originales para recordarnos cómo se hacían las cosas en la época del abuelo, bonitas, funcionales y sencillas, para aguantar muchos años más.
Vamos a darnos una vuelta con ella, nos sentamos en el que podría ser el sofá de casa, dos manchadas para llenar los cilindros a través del holley 650 y la admisión de aluminio, le damos al arranque y el sonido de los escapes laterales en inox nos transporta a otro tiempo, pataplap, pataplap...Bajamos la palanca del cambio automático y gas! Ya no sé dónde mirar cuando todo el mundo que pasa a nuestro lado se queda boquiabierto, no llevo nada bien esto de la fama y no puedo parar de moverme... pero es que es la misma Chevy la que nos menea con ese cruce de árbol de levas que da la sensación de que se calará en cualquier momento, pero no, el semáforo cambia y al darle al gas salimos zumbando con el codo en la ventanilla como si todo ese conjunto amarillo pesara menos de 1000 kilos, y es que sólo nos falta el sombrero cowboy y la brizna en la boca para mimetizarnos con ella, una gozada. Miro hacia atrás y sólo veo esa caja con el piso de madera, perfectamente barnizada, y los embellecedores de inoxidable, brillante, impecable, y pienso "¿Qué es lo que deberían llevar ahí detrás hace medio siglo?".
Una vez en casa de su feliz propietario, no puedo evitar darle un par de rodeos para contemplar sus formas, redondas pero ya no tanto como la anterior generación con la que llegó a compartir el año 1955, sus American Racing de aluminio pulido le dan el toque final de agresividad y estilo a lo Hot Rod, es una mezcla perfecta de cromo, color y estilo suave, sin estridencias, lo justo para ser como es, única en su entorno.